DIA 10: Latrabjarg – Stykkishólmur
Después del desayuno que nos dieron en el hostel nos dirigimos hacia el punto más occidental de Islandia y de Europa, Latrabjarg.
La carretera estaba algo bacheada, pero es apta y está permitida para cualquier vehículo. Lo cierto es que cada kilómetro merece la pena para llegar al “Fin del mundo”.
Latrabjarg es un conjunto de acantilados en los fiordos del oeste de Islandia, desde donde si te fijas mucho mucho igual puedes ver Groenlandia, ya que solo está a 400 km 🙂 Se pueden apreciar los acantilados durante 10 km de costa con las playas doradas al fondo.
También es un buen punto de observación de aves ya que está lleno de multitud de especies, entre ellos, cormoranes, razorbills y los tan buscados frailecillos. Hay incluso quien ha llegado a ver algún zorro ártico.
Sin duda el que llegue hasta aquí, a pesar de los kilómetros de carretera, encontrará una zona de gran belleza y con muy pocos turistas.
Nosotros decidimos realizar una pequeña ruta de algo más de una hora sobre los acantilados situados a 400 metros de altitud. Pero puedes realizar una ruta más larga de 12 km por toda la cornisa de acantilados hasta el pico más alto.
Tras pasar toda la mañana por la zona, nos echamos de nuevo a la carretera para llegar a la península de Snaefellsnes, ya acercándonos a Reikiavik. Hay dos opciones para llegar desde los fiordos del oeste hasta Snaefellsnes. Se puede ir por carretera o cruzar el fiordo que separa las dos penínsulas en ferry.
El ferry es el Brjánslækur, está a pocos kilómetros de Flókalundur por la carretera 62. Llega a Stykkishólmsbær, al norte de la península Snaefellsnes. Como nosotros hacíamos el viaje por carretera, teníamos unas 5 horas antes de llegar a la peninsula de Snaefellsnes.
El pueblo pesquero de Stykkishólmur a orillas del fiordo Breiðafjörður dicen que es uno de los pueblos más bonitos de Islandia, aunque creemos que Seydisfjördur, en el este, tiene más encanto.
Destaca su gran iglesia, Stykkishólmskirkja. La iglesia se encuentra en lo alto de una colina, de color blanco y con un gran campanario, dicen que fue diseñada para parecerse al esqueleto de una ballena. Desde el parking de la iglesia tienes unas vistas magnificas de todo el pueblo
Desde Stykkishólmskirkja dimos un paseo por sus calles hasta llegar al puerto. Lleno de vida y de pescadores locales y, al fondo, Súgandisey, la «isla» de basalto coronada con el faro rojo. Se puede visitar, el paseo hasta la cima es bastante sencillo y te permite tener una panorámica de todo el fiordo.
Para finalizar el día dormimos en Bodvarsholt HI Hostel. Un lugar muy recomendable, tranquilo y con un paisaje precioso. Desde la ventana de nuestra habitación teníamos vistas directas a una de las cascadas de la zona. No te puedes imaginar la sensación de despertarse en mitad de la noche (esto era algo habitual porque nunca se hacía de noche) y ver la cascada desde tu cama. Qué maravilla sería vivir en un sitio como éste.